Este título con
interrogación tiene razón de ser porque el anti genera cierta
contradicción en mi fuero interno porque tengo la convicción de que
el pensamiento latinoamericano tiene una característica peculiar de
herencia hispana con abolengo moro, pero nutrida de la nata
indianidad, donde los anti que oponen y los ismos que sugieren
doctrinas quedan superados por la praxis revolucionaria de Simón
Bolívar, cuyos influjos van desde México hasta la Patagonia cuando
pensamos en filosofía como liberación y aún más, en la teología
latinoamericana, la Teología de la Liberación.
Es la Libertad por la
Libertad misma, con un altruismo quijotesco que mira en ella a su
Dulcinea sin atreverse a llamarla con ese nombre por temor a restarle
originalidad. Esta contradicción no ha sido generada por motivo
propio, sino por la lectura de un historiador de la Filosofía, quien
después de elevarse sobre la filosofía de la historia concibió una
nueva forma de hacer filosofía, la filosofía como liberación. Me
refiero al filósofo latinoamericano Leopoldo Zea (1912 2004).
Mientras en la Venezuela
del siglo XX le encendíamos velas a Simón Bolívar como si fuera un
santo, tal como lo cantaba Alí Primera; en México era objeto de
pensamiento filosófico, inspirador de la filosofía como liberación
propuesta filosófica del mexicano. Observa Leopoldo Zea las
características de Bolívar proyectada desde la praxis
revolucionaria del Libertador.
El tema es que la
naturaleza del pensamiento de Zea se alimenta de la idea bolivariana
de Libertad cuya peculiaridad consiste en su estrecha ligadura con la
idea de unión e integración latinoamericana. Su propuesta
filosófica es bolivariana en cuanto a la idea de unión e
integración del pensamiento filosófico.
Desde que el hombre
domesticó al caballo y templó el acero para la guerra, la historia
está repleta de conquistadores que han ejercido su imperio sobre los
pueblos invadidos. Simón Bolívar es el primero desde los tiempos de
la antigua Persia, que invade un continente para entregarles la
libertad a cambio de algo tan intangible como la Gloria.
Desde la misma
perspectiva observamos que el peruano Augusto Salazar Bondy (1925 1974) ya había
abordado el tema de la Libertad desde las fuerzas dialécticas de la
dominación colonial y la resistencia liberadora. Y así,
sucesivamente nos podemos percatar que hasta el pensamiento teológico
latinoamericano fue arrastrado por esa fuerza liberadora que nos
caracteriza en la Teología de la Liberación.
De allí el dibujo mental
de que nosotros contamos con el pensamiento bolivariano, el cual de
por sí, ya viene impregnado de una carga tan positiva y masculina,
que se lleva con su fuerza y estatura a cualquier anti que se le
atraviese. Quiero decir que calificar al pensamiento bolivariano de
anti imperialista es rebajarlo de estatura, pero antes de argumentar
esta propuesta es necesario situarnos en algunas precisiones de orden
conceptual.
Para hablar de anti
imperialismo partimos de la palabra a la cual se opone el anti.
Imperialismo está compuesta por el in latino que alude la
idea de algo va hacia adentro; el verbo imperar, ejercicio de la
hegemonía. Finalmente el ismo que está vinculado a la idea de
doctrina. El imperialismo como una doctrina de rodillas ante la
hegemonía estadounidense. El anti imperialismo, la doctrina que
propone abandonar la posición de arrodillados.
Pero más allá del
argumento leninista, el cual identifica al Imperialismo como etapa
superior del capitalismo, resulta pobre el argumento de que sería un
anacronismo hablar de Bolívar anti imperialista. En cuanto a la
simple observación de que cuando Bolívar vivió, el capitalismo no
había alcanzado la etapa superior. Más allá de que limita la
imaginación a los escritos de Lenin, es minimizar la estatura del
pensamiento bolivariano, bolivariano en cuanto a pensamiento
inspirado en la praxis revolucionaria de Simón Bolívar,
retroalimentado con la praxis revolucionaria de Hugo Chávez Frías.
La motivación ética es
producto de la conciencia que se adquiera de la realidad de la propia
comunidad histórica. La Libertad de conciencia como bien generado
por la razón, la Unión de lo que se piensa, lo que se dice con la
conducta como faro ético; la integración como garante de la Seguridad y Defensa Continental y; la Eudaimonía, como concepto griego de la felicidad aristotélica, el
cual al ser traducido como vida plena o mayor suma de felicidad
posible como valor moral o social, pierde mucho de su significado original. Estos tres principios del
pensamiento filosófico inspirado en la praxis de Simón Bolívar ya
se habían elevado más alto que el Chiborazo y el Aconcagua, cuando
la hegemonía estadounidense comenzaba a ladrar y a morder.
Entonces, después de que
la praxis revolucionaria de Hugo Chávez Frías rescató el legado de
Simón Bolívar, lo despertó en nuevo centenario como diría Pablo
Neruda, en tiempos de un nuevo socialismo que no hemos hallado mejor nombre
con que bautizarlo que el de Socialismo del Siglo XXI, en tiempos
cuando se le caen los dientes a la fiera hegemónica. Pensar desde un
anti, con la semejante pro como lo es el pensamiento bolivariano
redimensionado con la praxis revolucionaria de Hugo Chávez Frías, entonces se hace necesaria una revisión hermenéutica de nuestra ubicación
espistemológica, en cuanto a liberados o, descender de estatura hasta
mantenernos como quien se opone a una fiera desdentada.
Eloy Reverón 23 04 2015
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