Si nos ubicamos en 1567,
año uno de la era cristiana
de Caracas, ya habían
transcurrido tres cuartos de
siglo, desde que los primeros europeos
ocuparon a Quisqueya, que en lengua
taína significa la Reina de los Mares,
llamada luego La Española por los
primeros Piratas que la invadieron,
y luego bautizada con nombre de
un santo, Santo Domingo, donde los
curas dominicos crearon en 1535, la
primera universidad, por real cédula
de Su Majestad.
Hernán Cortés ya había saqueado
y doblegado al Imperio de los
aztecas. Pizarro y Almagro habían
convertido las obras de orfebres
incas en lingotes de oro, similares
a los que los bancos de Londres
robaron a Venezuela, no hace
mucho, con semejantes fantasías
animadas por los imperios de ayer
y de hoy.
Ante este panorama, el criollo
Francisco Fajardo inauguró la
conquista del Valle subiendo a la
montaña de las Lagunetas por el Valle
del Miedo, con éxito porque contaba
con un poderoso armamento cultural.
La madre de Fajardo era hija de
un líder comunal, conocido por los
hispanos con el epíteto de Cacique
Charaima, hermano mayor de
Naiguatá. La lengua toromaima de su
madre, la guaiquerí de sus primos en
Coche y Cubagua, amén de la lengua
de la etnia castellana impuesta por
el jefe de su padre. Con semejante
medio de comunicación generó la
confianza de los desprevenidos
defensores de la Atalaya natural de
la cima de Las Lagunetas.
Un saludo cordial en la lengua
de su madre, causó un efecto
psicológico en la mente de los
flecheros de Terepaima, quienes
soltaron la tensión de sus arcos
porque no podían disparar a uno de
los suyos, aunque llegara envuelto en
una armadura metálica y, en lugar de
una lluvia de flechas recibieron una
familiar bienvenida.
Fajardo fue el primer criollo
conquistador, no tan famoso por su
condición. Su fama duró poco porque
reclamó en Cumaná, la propiedad
de una mina de oro en una colina
conocida como Baruta. Así que su
fama duró lo mismo que su Hato de
San Francisco porque sus rivales
peninsulares se encargaron de
deshacerse de él.
Siguiendo las huellas del criollo
Fajardo, Losada y Ledesma superaron
el Valle del Miedo, bajaron desde la
Caracas cristiana
A la saga de la siega
loma de Las Lagunetas, traspasaron
el río San Pedro hasta Las Adjuntas
para salir al encuentro con el río
Guaire en sus nacientes y acomodarse
estratégicamente, mucho más al norte
del Guaire, al pie de Guaraira, entre el
río Caroata y el río Catuche, al pie de
lo que después llamarían Miraflores.
De lo expresado se desprende
que la mayoría de los caraqueños
nacimos o crecimos en la vega del
río Guaire o sobre alguna quebrada
de sus afluentes, una entre más de
trescientas quebradas visibles o sus
vaguadas subterráneas. Sin ir muy
lejos los nacidos en la Maternidad
Concepción Palacios, en la Vega del
Guaire.
Eloy Reverón
Publicado en Semanario Tod@s Adentro
Sábado 11 de Octubre de 2025 p.12
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